Aquel día que Dorotea sale
del bosque encantado y de paseo a comprar unas frutas se encuentra con la
“bruja malvada”, Giselle, la cual era la madrastra del príncipe que siempre
habría querido tener Dorotea. Ella, muy contenta, viendo la mañana tan esplendorosa
que estaba haciendo y escuchando a los pájaros cantar, se le acerca Giselle y
le dice muy cordialmente, ven te ofrezco una pera que está muy jugosa y
deliciosa, Dorotea se la recibe con todo el gusto sin pensar que podría tener
un hechizo mágico.
Pasadas las horas, Dorotea
empieza a sentir algo extraño en su cuerpo y no era simplemente un dolor de
estómago, sino que su cuerpo poco a poco cambiaba. Cada hora que pasaba le
cambiaba una extremidad de su figura; al día siguiente ella ya era una persona
totalmente distinta y no solo se despertó así sino que no despertó en su bosque
encantado, sino en la ciudad. Ella muy sorprendida al darse cuenta de que no
estaba en su hogar empieza a recordar en qué momento paró en la ciudad. Lo
pensó un momento y se acordó que la bruja la había engañado con la pera y que
la única manera de redimir el hechizo era que el hijastro de Giselle le diera
un beso para que el hechizo mágico se quitara.
Dorotea se la pasó pensando
cómo iba hacer para que Edward, el príncipe, le diera un pico sabiendo que ella había cambiado tanto,
y encontró la manera de hacerlo; lo primero que hizo fue cubrirse todo el
cuerpo y solo dejarse los ojos al descubierto, ella pensó que la única manera
de que Edward le creyera que era ella, era porque él decía que Dorotea tenia
unos ojos que atraían; en fin ella logra convencerlo y él acepta para destruir
el hechizo.
A lo que quería llegar la
bruja malvada con la pera era que si hijastro, que estaba enamorado de Giselle,
no se casara con una “joven doncella”, ya que eso pondría en peligro su
posición real; el príncipe del reino que desde que la conoce le propone
matrimonio para vivir felices para siempre, ya que para la encantadora Dorotea
la vida es un cuento de hadas.
Al día siguiente de haberse
casado con Edward, la madrastra le intenta hacer otro hechizo, ella dispuesta a
todo para que la joven no acceda al trono, sin embargo, Dorotea no volvió a
caer en su trampa ya que ella ya sabia que Giselle nunca se traía nada bueno.
Pasados los años, Dorotea y Edward forman una familia teniendo dos mellizas
llamadas Clarita y Sofía y un hombre llamado Maximiliano el cual hereda el
trono de príncipe.
Dorotea siempre se soñó en
una historia que terminara con un final feliz, y sin pesarlo, su historia
termino de esa manera ya que logró quitarse de encima a su bruja malvada que lo
único que quería ser era destrozar su matrimonio y familia.
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